Sasusaku by RavenxCorpse |
Este relato participó en el reto "Te Robo Una Frase" (3ª Edición)
Día 13
El sol brillaba resplandeciente y majestuoso, pero sus rayos
apenas lograban pasar por entre los intersticios de la gruesa cortina que
amurallaba la ventana de la habitación de Chano. Su nombre en realidad era
Gustavo, pero por razones que ni él ya recordaba, fue apodado Chano.
El reloj empezó a pitar estridente a las 7 y cuarenta de la
mañana. Chano de forma autómata estiró el brazo y lo apagó a regañadientes,
para luego volverse a arrellanar entre la colcha. A los 5 minutos su celular
rompió el silencio con un enérgico tono de «¡Señor,
es hora de levantarseeeeee!» que se repetía tozuda y fastidiosamente. El
chico, aún somnoliento, se quitó la colcha y se levantó con toda la parsimonia
que pudo, no sin antes golpear la pantalla táctil del celular para callarlo.
Cuando bajó a la cocina, se percató de que estaba solo
en casa y no había desayuno preparado, así que por comodidad (sí, comodidad,
claro, no por flojera de preparar algo más elaborado) optó por comer «el
desayuno de los campeones», es decir, cereal Sr. Cronchi con leche.
Eran las nueve de la mañana cuando salió, rumbo al parque. A
pesar del radiante sol, Chano caminada sin prisa, con calma y las manos
enfundadas en los bolsillos del pantalón, permitiendo que las tibias emisiones
del astro rey lo bañaran y le aplicaran una buena dosis de rayos UV mientras
pensaba, hablando del tema, que no se había puesto protector.
Cuando llegó por fin al parque, reparó que estaba solo.
Encaminó sus pasos hacia el tobogán y se sentó en la parte de abajo. Al poco
rato llegó Dayana, una vecina bastante atractiva y bonita mas de temperamento
algo antipático y engreído, pero como a Chano ella en realidad le gustaba, la
disculpaba diciendo que «ese… ese carácter Tsundere, era lo que le daba
aquel toque fascinante».
—¡Ah, ya estás acá, Chanoruga!
—¡Hola, Dayana! Qué bueno verte… —respondió el muchacho
sonriente, para luego rematar con un rictus que pretendía ser serio —y te he
dicho que no me llames oruga, a fin de cuentas eres tú quien siempre llega
tarde.
—Lo bueno se hace esperar… además, yo no te llamé oruga,
sino Chanoruga, que es distinto.
—¡Es lo mismo! —replicó él.
—No voy a hablar contigo de semántica… Por cierto, ¿ya
decidiste si vas a ir al concierto? Mira que necesito un guardaespaldas.
—Estoy consiguiendo el dinero para la entrada, no me falta
mucho…
Mientras hablaba, Chano notó que repentinamente el claro e
iluminado cielo empezó a perder esplendor, tornándose un poco oscuro.
Sorpresivos nubarrones comenzaron a invadir el firmamento amenazando con soltar
un aguacero. Dayana miró preocupada la ahora grisácea atmósfera.
—Creo que mejor me voy —dijo con voz neutra.
Chano se levantó de la rampa recreativa y decidió imitar la
acción de Dayana. Empezó a caminar dirigiendo la mirada hacia los árboles de la
derecha y un cuervo emprendió su misterioso vuelo, graznando. Un viento frío
los sorprendió levantando una hojarasca y haciendo sonar de modo quejumbroso
las bisagras de los columpios.
Cuando la amenaza de lluvia se hizo evidente, Dayana empezó
a correr de repente dejando atrás a Chano que solo atinó a balbucear que lo
esperara… pero ella no lo escuchó, cruzó la calle de con paso precipitado sin
percatarse del camión que venía veloz el cual la embistió de forma brutal
dejando sonar un espantoso ¡crack! que repercutió como un horrísono eco
en los oídos del chico, quien solo gritaba desesperado mientras miraba con
estupefacción y en cámara lenta, a una marioneta sin hilos que caía al piso en
una pose grotesca, dejando una profusa y lacerante marca roja a su alrededor…
Día 14
El reloj empezó a pitar estridente a las 7 y cuarenta de la
mañana. Chano de forma autómata estiró el brazo y lo apagó a regañadientes,
para luego volverse a arrellanar entre la colcha. A los 5 minutos su celular
rompió el silencio con un enérgico tono de «¡Señor,
es hora de levantarseeeeee!» que se repetía tozuda y fastidiosamente.
Como impulsado por un resorte, se levantó agitado y golpeó
la pantalla táctil del equipo para que callarlo, miró a su alrededor y recordó
lo que había pasado. ¿Acaso aquello fue un sueño? «¡No cabe duda de
que tuve una terrible pesadilla! ¡Qué horrible!», se dijo a sí mismo.
Cuando bajó a la cocina, se percató de que estaba solo
en casa y no había desayuno preparado, así que… un momento, ¿esto ya no había pasado?,
en aquel vívido sueño él, por flojera, había decidido desayunar Sr.
Cronchi con leche… bueno, esta vez sí admitió que había sido por flojera de
preparar algo más elaborado.
Eran las nueve de la mañana cuando salió, rumbo al parque, pero
ahora caminaba prestando más atención a su entorno; las personas, las tiendas,
el tráfico. No recordaba mucho de esa parte pero le parecía que todo era
bastante parecido a lo que había soñado… «¡Vaya, todo esto es ridículo,
simplemente no puedo creerlo!» pensó mientras apuraba el paso hacia el
parque bajo aquel radiante sol… ya ni se preocupaba de no haberse puesto
protector.
Cuando llegó por fin al solitario parque, se encaminó hacia
el tobogán y se sentó en la parte de abajo. Al poco rato llegó Dayana, bastante
atractiva, bonita y como siempre con su aire Tsundere.
—¡Ah, ya estás acá, Chanoruga!
—¡Hola, Dayana! Qué bueno ver… —Chano se detuvo en el acto,
estaba repitiendo el mismo diálogo, sí, en definitiva era así; la situación era
demasiada absurda y confusa por lo que su cerebro no digería todas aquellas
extrañas casualidades, pero decidió seguir con su respuesta tratando de ocultar
su desconcierto—. Ahmm… te decía que es bueno verte y además que, por favor, no
me llames oruga, a fin de cuentas eres tú quien siempre llega tarde.
Dayana lo miró tratando de entender el extraño gesto de su
cara y luego, sin darle mayor importancia, respondió:
—Lo bueno se hace esperar… además, yo no te llamé oruga,
sino Chanoruga, que es distinto.
—¡Es lo mismo! —replicó él.
—No voy a hablar contigo de semántica… Por cierto, ¿ya
decidiste si vas a ir al concierto? Mira que necesito un guardaespaldas.
Chano se había quedado abstraído en sus pensamientos, la
conversación se desarrollaba igual a la que había soñado, pero, ¿cómo era posible?, ¿qué
significaba todo aquello?, ¿acaso había viajado en el tiempo? Su mente solo formulaba más preguntas
sin sentido en vez de conseguir respuestas claras. Fue Dayana quien lo sacó de
sus cavilaciones
—¡Eh, Chanoruga, despierta! ¿Me estás oyendo? ¿Qué te
sucede? Estas más extraño que de costumbre, ¿acaso tu cerebro colapsó por sobreesfuerzo
al procesar la pregunta que te hice?
—¡Ah, pe… perdona…! E…estoy consiguiendo el dinero para la
entrada, no me falta mucho…
Chano notó entonces que repentinamente el claro e iluminado
cielo empezó a perder esplendor, tornándose un poco oscuro mientras sorpresivos
nubarrones empezaban a invadir el firmamento amenazando con soltar un aguacero.
Dayana miraba preocupada la ahora grisácea atmósfera.
—Creo que mejor me voy —dijo con voz neutra.
El chico se levantó de la rampa recreativa pero no se movió
del sitio, miró hacia los árboles de la derecha y un cuervo emprendió su
misterioso vuelo, graznando. Un viento frío sopló con fuerza levantando una
hojarasca y haciendo sonar de modo quejumbroso las bisagras de los columpios.
La amenaza de lluvia era de nuevo evidente, Chano
contemplaba perplejo la serie de eventos que se sucedían mientras su cabeza
rebobinaba de forma vertiginosa y por completo lo que había soñado; todo, TODO
se estaba repitiendo de la misma manera, aquello era, simplemente loco,
imposible, es decir, no… de pronto sus pensamientos frenaron con estrépito
en aquella imagen mental, donde Dayana era atropellada por un camión… ¡Dios mío, Dayana!
El sobresalto lo espabiló y buscó a su amiga preocupado,
pero ella ya se había ido a toda prisa dejándolo atrás, sumido en sus
pensamientos y a pesar de que él trató de detenerla llamándola varias veces a
viva voz, la chica no lo escuchó, cruzó la calle corriendo y no se percató del
camión que venía veloz el cual la embistió con brutalidad dejando sonar un
espantoso ¡crack! que repercutió, de nuevo, como un horrísono eco en los
oídos de Chano, quien solo gritaba desesperado (esta vez desde más lejos)
mientras miraba con estupefacción y en cámara lenta, a una marioneta sin hilos
que caía al piso en una pose grotesca, dejando una profusa y lacerante marca
roja a su alrededor…
Día 15
El reloj empezó a pitar estridente a las 7 y cuarenta de la
mañana. Chano se despertó turbado y conmovido, «aquello no pudo ser un sueño»,
su respiración era pesada y sudaba de manera copiosa, «no, definitivamente».
Seguía sin comprender lo que pasaba y todo lo experimentado no tenía sentido ni
explicación para él. Ya había visto morir dos veces a su amiga y hoy… hoy… ¡hoy seguro que sí podría hacer
algo al respecto! Mientras
pensaba, su celular volvió añicos la concentración con un enérgico tono de «¡Señor,
es hora de levantarseeeeee!» que no llegó a repetirse en modo tozudo ni
fastidioso porque Chano golpeó la pantalla táctil para callarlo.
Bajó a la cocina la cual estaba sola, pero eso ya lo sabía,
así como también sabía que iba a desayunar Sr. Cronchi con leche.
Salió antes de las nueve de la mañana rumbo al parque, esta
vez sin mirar a los lados, caminando de prisa y con la cabeza estallándole en
mil cosas. Llegó al lugar mucho antes de lo habitual, por así decirlo, de modo
que empezó a dar círculos cual león enjaulado cerca del tobogán, mientras
ordenaba sus ideas y decidía lo que iba a hacer llegado el momento. Se planteó
seguir la conversación con normalidad y cuando Dayana decidiera irse él no lo
permitiría, la retendría allí para evitar que fuera brutalmente arrollada. ¿Valdría la pena variar un poco la
conversación? ¿Aquello podría influir en el resultado? De nuevo su pensar le empezaba a
formular más preguntas que respuestas convincentes. Se sintió agobiado y se
sentó en la parte de abajo del tobogán y esperó a que llegara su amiga.
Al rato llegó Dayana, bastante atractiva, bonita y como
siempre con su aire Tsundere.
—¡Ah, ya estás acá, Chanoruga!
—¿Eh? ¡Ah… ho… hola, Dayana! Qué bueno verte… —Chano hacía
un esfuerzo por sonar normal—. Estooo… ¡Ah!... y no me llames oruga, a fin de
cuentas eres tú quien siempre llega tarde.
De seguro debió poner cara de idiota, porque Dayana lo miró
extrañada primero y luego en burlona.
—¿Acaso alguna agencia secreta gubernamental experimentó con
tu cerebro anoche? Mmm, es posible que te hayan quitado más materia gris de lo
debido —disparó ella en un coqueto tono de falsa preocupación y terminando la
frase con un gesto como si se lamentara por aquella terrible desgracia. De
inmediato, volvió a asumir su aire Tsundere para añadir —Deberías saber que lo
bueno se hace esperar… además, yo no te llamé oruga, sino Chanoruga, que es
distinto.
—¡Es lo mismo! —replicó él poniéndose serio.
—No voy a hablar contigo de semántica… Por cierto, ¿ya
decidiste si vas a ir al concierto? Mira que necesito un guardaespaldas.
Chano le dedicó una mirada intensa, de un modo que ella no
supo interpretar y eso la tomó con la guardia baja, haciendo que se ruborizara
un poco y obligándola a esquivar la fija mirada del chico. Empezó a juguetear
con sus dedos e iba a decir algo cuando él hablo:
—Estoy consiguiendo el dinero para la entrada, no me falta
mucho. No te preocupes, Dayana, yo seré tu guardaespaldas.
Ella lo miró sonriente, con su típico aire de superioridad.
«¡Qué rápido se recupera!», pensó él y notó entonces que de repente, el
claro e iluminado cielo se tornó un poco oscuro y que sorpresivos nubarrones
empezaron a invadir el firmamento amenazando con soltar un aguacero. También
notó que Dayana miraba preocupada la ahora grisácea atmósfera.
—Creo que mejor me voy —dijo con voz neutra
Chano se levantó y tomó a Dayana con gentileza de la muñeca
para evitar que se fuera. Ese gesto la sorprendió y la dejó sin palabras por un
momento, atinando solo a mirarlo con sus grandes y bellos ojos color castaño.
Él se sintió atrapado por la calidez de aquella mirada fascinante pero un
cuervo, que emprendía su misterioso vuelo desde los árboles de la derecha,
graznando, rompió la conexión y el encanto del momento. Seguidamente un viento
frío sopló con fuerza levantando una hojarasca y haciendo sonar de modo
quejumbroso las bisagras de los columpios.
Aquello lo hizo volver a la realidad. Ahora debía evitar que
Dayana se fuera, debía hacer algo, inventar alguna excusa… ¡y tenía que ser ya!
—Ehmm… Da… Dayana me gustaría comentarte algo, por favor
quédate un momento.
Dayana lo miraba sorprendida.
—¿Qué, estás loco? ¿Acaso no ves la tormenta que se acerca?
¿Sabes lo que cuesta mantener mi cabello así de arreglado para que una lluvia
lo desbarate? —hablaba nerviosa y un poco preocupada, pero luego bajó la mirada
y agregó con timidez —si... si quieres puedes acompañarme a… a mi casa y
hablamos allá.
El problema era que no podían salir de aquel parque, si
salían seguro el camión atropellaría a Dayana. Chano exprimía sin misericordia
sus neuronas buscando opciones para mantenerla un poco más de tiempo en aquel
lugar.
—A ver… no, hagamos algo mejor, vayamos hacia aquella cosa
cúbica donde juegan los niños y metámonos adentro, ahí podremos hablar sin
mojarnos —señaló él.
«¿Estaremos seguros ahí? ¡Dios, si evito que ese camión
la golpee seguro podré salvarla!», clamaba en su interior mientras esperaba
por la decisión de ella.
Dayana pareció meditarlo un poco pero luego, seguro que por
temor a que el agua la pillara al descubierto, corrió hacia la estructura de
juegos que él le indicara. En ese momento, Chano pudo observar al camión
causante de la muerte de su amiga pasando a toda velocidad por la vía
principal.
Una inmensa sensación de alivio y alegría lo invadió; sintió
que un horrible y agobiador peso desaparecía de su espalda, ¡lo había logrado!, ya el
camión no la atropellaría. Empezó a reír como un tonto.
—¡Eeeeh, Chanorugaaaa! ¿Para qué dijiste que viniera acá si
te vas a quedar ahí parado riendo como idiota? —le gritó Dayana desde el cubo
donde lo aguardaba.
Ya alivianado, Chano iba a dar un paso cuando miró al camión
yendo a velocidad y embistiendo contra un vehículo que intentaba cruzar cerca.
El chofer del carro maniobró para evitar la colisión pero el camión golpeó su
parte trasera haciendo que perdiera el control y dirigiéndolo a la vía
contraria, donde venía un autobús también a velocidad el cual, para evitarlo,
se salió de su canal entrando al parque con gran estrépito.
Todo pasó en segundos y en cámara lenta, Chano no pudo hacer
nada, la estructura cúbica donde estaba Dayana fue aplastada con violencia por
el autobús sirviéndole de muro de contención al pesado transporte.
El muchacho cayó de rodillas al piso, mudo, en shock.
Gruesas lágrimas empezaron a empapar su desencajado rostro antes de que la
lluvia lograra hacerlo con sus aceradas gotas, mientras miraba sin ver, como de
entre los humeantes restos del cubo comenzaba a fluir, lacerante, una marca
roja que se expandía con lentitud…
Día 16
El reloj empezó a pitar estridente a las 7 y cuarenta de la
mañana. Chano se levantó sobresaltado y alterado, su respiración era pesada y
sudaba de manera copiosa. Sin poder contenerse empezó a llorar; un dolor lo
embargaba, pero no era esa la razón de su llanto, era por la sensación de rabia
e impotencia que taladraban su alma. No había podido salvar a Dayana, de nuevo
ella había muerto frente a sus ojos. ¿Qué clase de maldita broma cruel era
aquella? ¿Qué perverso castigo le tocaba acaso pagar para tener que presenciar
cómo su amiga era atropellada una y otra vez?
Después de secarse las lágrimas respiró profundo varias
veces y, como pudo, trató de calmarse, después de todo… el día empezaba de
nuevo, ¿significaba eso que
tenía que pasar por lo mismo? ¿O que debía arreglarlo de otra forma? En definitiva, era prioritario
encontrar cuanto antes una solución a todo este disparate o terminaría por
volverse loco. ¡Ah!, de
nuevo el día empezaba, todo se repetiría, ¿A qué mente retorcida se le podría
ocurrir crear una situación así…?
Su celular volvió añicos el silencio con un enérgico
tono de «¡Señor, es hora de levantarseeeeee!» que no llegó a repetirse
en modo tozudo y fastidioso porque Chano golpeó la pantalla táctil del aparato
para callarlo… Sí, ¡hoy
definitivamente terminaría con toda esa basura!
Bajó a la cocina la cual estaba sola, como siempre… y
también como siempre desayunó Sr. Cronchi con leche.
Salió antes de las nueve de la mañana rumbo al parque, otra
vez sin mirar a los lados y caminando de prisa. Llegó al lugar y se sentó en
uno de los columpios. Esta vez, para poder salvar a Dayana, tendría que sacarla
del parque y evitar que fuera atropellada tal cual ya había pasado pero, ¿cómo?, si caminaban por ahí era indudable
que el maldito camión ocasionaría de nuevo otro accidente que terminaría con
ella pisada por un vehículo. Aquel pensamiento le produjo náuseas y se
recriminó por discurrir así, pero, ¿acaso no era verdad? ¿Si decidía salir
del parque, ese camión no repetiría la secuencia de eventos que conducirían a
la muerte de su amiga?
Ah, pero… ¿y
si salían antes de que el camión llegara? ¿A dónde podría llevarla para que
estuviera segura? Chano
pensaba y pensaba, maquinando y corriendo simulaciones imaginarias en su
cerebro atormentado. ¿Y si la llevaba al metro? Ahí no
había vehículos que la atropellaran y si la alejaba lo suficiente del camión,
tal vez podría romper con aquella cadena nefasta y lograría salvarla. Un rayo de esperanza bañó el
atribulado corazón del chico dibujando una sonrisa trémula en su rostro.
Si iba a ser así, tendría que moverse rápido, sabía que en
lo que el cielo se oscureciera el camión pasaría por la vía frente al parque y
la estación no estaba lejos de ahí. A menos de una cuadra había una entrada y a
dos cuadras otra. Se levantó del columpio y se dirigió al tobogán, ya estaba
decidido, llevaría a Dayana al metro y de ahí, lo más lejos posible. Se sentó
en la parte de debajo de la colorida rampa y esperó a que llegara su amiga.
Al rato llegó Dayana, bastante atractiva, bonita y como
siempre con su aire Tsundere.
—¡Ah, ya estás acá, Chanoruga!
Chano se levantó y con paso firme se acercó a la chica hasta
plantársele de frente. La miro decidido a los ojos, Dayana nunca le había visto
con esa mirada tan resuelta, excepto cuando jugaban Halo o Call
of Duty.
—Hola Dayana, ¿Cómo estás? Bueno, eso no hay que
preguntártelo. Me gustaría que me acompañaras a un lugar, por favor. ¿Vamos?
Él le tendió la mano. Dayana se quedó petrificada, aquel
Chano no era el Chano que ella conocía, ¿de
dónde le había salido tanta confianza en sí mismo? ¿Sería que los aliens lo
abdujeron y dejaron en su lugar a un impostor?
Dayana trató de responder pero no dijo nada en concreto.
—Bu… bueno, es que yo… tengo… ocupada… yo…
No había tiempo que perder, si no se daban prisa, el camión
llegaría y los atraparía en el parque.
—Ven, vamos, acompáñame —le dijo mientras la tomaba gentil pero con firmeza de la
mano, obligándola a seguirlo.
—¿A… a donde va… vamos? ¿Pa… para donde me llevas?
—Ya verás, solo sígueme, vamos a tomar el metro.
—¿El metro? Yo…yo…
Chano llevaba casi remolcada a Dayana, que lo seguía entre
perpleja y fascinada. Por lo general era ella quien tomaba las decisiones y el
rumbo de las cosas, pero esta vez era él quien llevaba las riendas y dominaba
la situación y eso… ¡eso a ella le encantaba!
Caminaron hacia la entrada más cercana y cuando estaban
entrando, el chico notó que el cielo empezaba a oscurecerse mientras que un
viento frio empezaba a soplar. Justo a tiempo, entraron a toda prisa y se
dirigieron al andén. Ahí no habría peligro con ningún camión, por más
accidentes que hubiese afuera, ningún vehículo podría atravesar tres pisos de
concreto bajo tierra para atropellar a Dayana.
Se detuvieron cerca de la línea de advertencia a esperar a
que llegara el subterráneo. Chano se mantenía alerta, por si acaso; había poca
gente y todo estaba tranquilo, a excepción de un borracho turulato el cual se
recostaba con dificultad a dos columnas de distancia. De todas maneras y por si
acaso, abrazó a Dayana para tenerla lo más protegida y controlada posible, ya
que ella a veces era muy impredecible y con tendencias a actuar por impulso;
pero para su sorpresa, la chica no se oponía ni protestaba, al contrario, se
dejaba llevar manteniéndose quieta entre sus brazos y su mirada era todo un
poema que él no sabía descifrar.
—¿A… a dónde vamos? —indagó ella con timidez y tierna delicadeza.
—E… es una sorpresa.
La verdad Chano no tenía ni idea, solo quería alejarla lo
más posible de aquel lugar, para que ni aquel camión ni sus secuaces
pudieran alcanzarla. Pero verla en aquella actitud tan tierna y cálida la
verdad empezaban a acelerarle el corazón por otros motivos que nada tenían que
ver con su preocupación.
El subterráneo estaba tardando más de la cuenta. La estación
que hace poco estaba casi vacía empezó a llenarse de más gente.
«Debe ser por la lluvia», dedujo Chano.
El borracho que estaba dos columnas más allá, empezó a
caminar zigzagueando y parloteando bobadas sin sentido, molesto por la cantidad
de personas que empezaban a llenar el andén. Trató de dirigirse hacia la parte
de atrás pero sus torpes movimientos lo hicieron tropezar con un zagaletón de
una pandilla quienes también estaban esperando. No tardó mucho en formarse una
trifulca ya que los envalentonados pandilleros empezaron a reclamarle al
borracho que se disculpara por molestarlos y este, ni corto ni perezoso, se
ofreció a darles una lección para
que aprendieran a respetar.
Chano viendo aquello trató de alejarse, pero no podía hacer
mucho por la cantidad de personas que había. Ya su mente se iba a disparar a
pensar mil cosas cuando Dayana lo sacó de su ensimismamiento:
—Por cierto... ¿Ya... ya decidiste si vas a ir al concierto?
Mira que necesito un guardaespaldas —lo exhortó con dulzura y coquetería.
—Estoy consiguiendo el dinero para la entrada, no me falta
mucho —le respondió él con una sonrisa, pero a pesar de ello se puso en alerta.
Esta vez sí supo disimular bien su turbación.
De inmediato un viento frío sopló con fuerza, anunciando con
ello que el subterráneo se acercaba. Chano abrazó con más fuerza a Dayana y se
preparó para entrar en el vagón apenas abrieran las puertas, debería cuidarse
de no ser arrastrado por aquella multitud que seguro pujaría por ingresar. De
pronto un sonido parecido a un cuervo graznando encendió sus alarmas, ¿en realidad aquello fue un cuervo?
¿Dónde? ¿Cómo haría un cuervo para entrar ahí?
Sus preguntas fueron interrumpidas por los gritos de varias
personas que empezaron a moverse frenéticas y asustadas mientras recibía
empellones que casi le hicieron perder el equilibrio por lo que se aferró a
Dayana con todas sus fuerzas para no soltarla.
Aquella marejada comenzó a zarandearlos sin compasión y en
un claro que abrieron las cabezas de la muchedumbre, Chano pudo observar apenas
que el borracho había sacado una pistola y amenazaba con disparar. Todo empezó
a moverse en cámara lenta. El sonido de una detonación seca y cavernosa resonó
en el ambiente mezclado con gritos y confusión. Esta vez la horda aterrorizada
golpeó con más fuerza, tratando de alejarse del epicentro del desastre, lo que
produjo un efecto dominó. El chico recibió un empujón tan fuerte que no pudo
sostenerse y sin querer soltó a Dayana, mientras la gente corría y se alejaba.
Aquello fue opacado por otro sonido más retumbante y estrepitoso; el sonido de
una gran masa de metal, circuitos, termoplásticos y fibra de vidrio que entró
en tromba en el andén para luego frenar de forma estridente, con un chirrido
que se prolongó hasta el infinito. Entre la conmoción que había alrededor,
Chano se levantó como pudo buscando a Dayana, pero no la encontró.
Alguien ya había neutralizado al borracho pero ahora los curiosos se arremolinaban
en el andén hacia la parte frontal del subterráneo detenido. Vacilante, corrió
apartando a las personas para poder llegar al punto donde el tren se había
parado, y cuando consiguió hacerlo, miró con espanto y con el rostro
desencajado, el brazo de su amiga que sobresalía por debajo de las pesadas
ruedas metálicas de la banda de rodamiento mientras comenzaba a fluir una
lacerante marca roja que se expandía con lentitud…
Día 26
El reloj empezó a pitar estridente a las 7 y cuarenta de la
mañana pero esta vez Chano ya estaba despierto, hacía varios días que no dormía
bien y las ojeras le dibujaban penosos surcos bajo sus enrojecidos ojos. Ni se
molestó en apagar el aparato, su pensamiento divagaba entre ideas yermas que
siempre terminaban estrellándose contra un muro de desesperanza, simplemente no
encontraba el modo de poder salvar a Dayana ni de romper con aquella ominosa y
siniestra serie de repetitivos eventos que siempre terminaban con la muerte de
ella.
Por más que se esforzara, en nada cambiaba el resultado, tal
vez los hechos pudieran tomar líneas un poco diferentes pero el triste
desenlace siempre era el mismo.
Ya no lloraba, sus ojos estaban secos y consumidos, parecía
un zombi aletargado que solo actuaba de modo instintivo.
Después de que su idea del metro no funcionara, trató de
usar otras rutas y probó hacer otras cosas, pero Dayana siempre terminaba
muriendo atropellada, aplastada por un enorme trozo de acero que se desprendía
de la grúa de una construcción o picada en dos por una lámina metálica que se
soltaba de un vehículo de carga. Probó también no ir al parque y luego se
enteró de que ese día ella murió en manos de un asaltante; incluso, hasta un
rayo le cayó encima, justo frente a sus ojos. Era como si ella estuviese
destinada a morir… ¿Acaso era
un juego del destino? ¿Acaso Dios se ensañaba con él para enseñarle, de la
forma más cruel, que un pobre y estúpido mortal no iba a poder contra los
designios divinos? ¿Era Dios el causante de todo esto? Ja, ja, ja, ja… Dios sí
que supo joderlo… ¿Mmm, o tal vez era obra del diablo? Solo un demonio podía ser capaz de
manejar los hilos del destino de aquella manera tan perversa e inhumana para
obtener una diversión así de atroz.
Un momento… ¿sería
una maldición? ¿Sería aquella anciana impertinente y ofensiva que Dayana miró
con desprecio después de que ella tratara de ayudarla y la vieja no se dejara y
la insultara? ¿O sería una singularidad en la línea espacio-tiempo que
creo una paradoja aberrante atrapándolo en un bucle infinito? Si las teorías de los viajes en el
tiempo eran correctas, aquello seguro sería una alteración en el horizonte de
eventos donde, en un determinado punto, su línea temporal cayó en un loop que
lo hacía repetir el mismo día una y otra vez, siendo Chano el único que podía
recordarlo todo.
Por otro lado era bastante duro ser el único que mantuviera
la memoria; memoria que lo torturaba y lo martirizaba, pero lo más desolador y
terrible era saber lo que iba a pasar y no poder evitarlo. Por fortuna Dayana no recordaba nada, su mente parecía
reiniciarse junto con el cíclico día.
Con las sienes palpitándole, desistió de seguir pensando. Ya
el enérgico tono de «¡Señor, es hora de levantarseeeeee!» que su
teléfono siempre repetía tozudo y fastidioso, había tomado el relevo del reloj
despertador cuyo pitido por fin se había callado, de modo que golpeó la
pantalla táctil del celular para que también siguiera el ejemplo de su
predecesor.
Se levantó con la cabeza llena de aire, así que se dirigió
al baño para ver si el agua fría lo ayudaba a despejarse un poco.
Bajó a la cocina la cual estaba sola, como la casa, pero
esta vez ni siquiera desayunó Sr. Cronchi con leche.
Salió antes de las nueve de la mañana rumbo al parque,
caminando cual autómata, con lentitud y sin mirar a nadie mientras el radiante
sol lo acariciaba con sus tibias y doradas manos, caricias que Chano ni sintió.
Cuando llegó por fin al solitario parque, se encaminó hacia
el tobogán y se sentó en la parte de abajo. Su atormentado pensar seguía
activo, procesando de manera vertiginosa preguntas estériles y simulaciones
especulativas. A pesar de que las circunstancias no lo favorecían en lo
absoluto, seguía sin darse por vencido, revisaba una y otra vez todo lo que
había hecho buscando el detalle que en definitiva le faltaba a sus planes; su
persistencia le indicaba que algo estaba siendo pasando por alto… después de todo, sí debía haber
algún elemento con el que aún no había intentado, un factor que pudiera
hacer posible llevar la serie de eventos a otro desenlace. Era una idea
remota… no perdía nada con probar... y además no se le ocurría otra cosa
que pudiera hacer… Por cierto, cambiando un poco el tema; si todos los días se
repetían casi igual, ¿po… por
qué razón no se le había declarado a Dayana entonces? ¿Por qué no le había
dicho lo que sentía? Total,
si ella lo rechazaba no pasaría nada, al otro día cuando se reiniciara el
ciclo, ella no recordaría lo sucedido…
Mientras cavilaba y deliberaba, llegó Dayana, bastante
atractiva, bonita y como siempre con su aire Tsundere.
—¡Ah, ya estás acá, Chanoruga!
Chano volteó hacia ella y se levantó con parsimonia,
mientras sus ojos miraban su elegante caminar lleno de encanto.
—Hola Dayana, permíteme decirte que estás muy bonita hoy.
La chica lo miró entre sorprendida y halagada, era obvio
aquellas palabras le habían gustado, luego su expresión se entrecerró un poco y
sus ojos mostraron una fugaz nota de preocupación dentro de aquella pregunta
matizada con su actitud de siempre.
—Mmm… ¿estás bien Chanoruga? Te noto algo ojeroso y
demacrado. ¿Acaso los aliens que siempre te abducen y se burlan de tu
coeficiente intelectual tienen algo que ver?
—Sí, no te preocupes, estaré bien... los aliens me dieron
una galleta —respondió él después de un instante de silencio, mirándola de una
manera que Dayana no atinaba a discernir. Era una mirada en apariencia serena y
confiada pero tras la que podía percibirse una inflexión de tristeza y
nostalgia, como si algo le preocupara y tratara de guardarlo muy adentro.
—¿E… en serio estás bien, Chanoruga?
Chano no respondió y sin apartar sus ojos de ella se le
aproximó poco a poco, hasta que sus rostros estuvieron muy cerca, notando que
ella no retrocedía pero que un rubor inquieto empezaba a encender sus mejillas
mientras sus ojos color castaño lo miraban muy abiertos y con un nerviosismo
que no sabía si tomarlo para bien o para mal. A lo mejor la había pillado por
sorpresa y por eso no atinaba a reaccionar, de seguro ella luego le daría una
buena bronca por eso.
Pero él no se detuvo, se acercó más… más… sus dedos rozaron
los de ella, podía sentir su respiración agitada, además, su boca… estaba ahí,
vehemente, llamándolo, invitándolo a servirse de su incitante carnosidad...
Un viento frío los golpeó mientras levantaba una hojarasca y
hacía sonar de modo quejumbroso las bisagras de los columpios, sacándolos de
sopetón del seductor trance. Un cuervo emprendió su misterioso vuelo desde los
árboles de la derecha, graznando.
Fue cuando se percató de que repentinamente el claro e
iluminado cielo había perdido esplendor, tornándose un poco oscuro mientras
sorpresivos nubarrones empezaban a invadir el firmamento amenazando con soltar
un aguacero.
Dayana se apartó exaltada, había bajado la mirada y se
notaba nerviosa y algo acelerada, además estaba más roja que un tomate. Sin
mirar a Chano y con la voz entrecortada por la conmoción, tartamudeó tímida tratando de sonar autoritaria:
—¡Ti… ti… tienes que ir al… al concierto! ¿O… okey? ¡Mi…
mira que necesito un… un guar… daespalda…¡ ¡Ay, neciooooo!
Terminando la frase Dayana echó a correr de repente, pero
esta vez no tomó al chico de sorpresa, quien corrió ágil tras ella. La
chica cruzó la calle sin detenerse y a toda prisa, así que no advirtió el
camión que venía veloz. Chano la sujetó de la muñeca con firmeza y tiró de ella
con fuerza girando sobre su eje, creando una fuerza centrífuga que la lanzó
despedida contra la acera, pero haciendo que él cayera de espaldas en medio de
la vía… sí, aquello era lo que tenía que haber hecho desde un principio, de esa
forma tal vez lograría librarla de manera definitiva, seguro que ahora la
secuencia de eventos sí cambiaría, porque había decidido intercambiar de lugar
con Dayana. ¿Daría resultado
esta vez?... ¡sí, esta vez tenía que dar resultado! Y salvaría a la chica
que amaba... la chica que desde la acera le extendía su delicada mano con
los ojos húmedos, la chica que él estuvo mirando con dulzura hasta que un ¡crack!
lo hizo sentirse cual una marioneta sin hilos y lo sumió en una oscuridad
que empezó a tornarse roja…
Día 29
Chano despertó con lentitud, abrió los ojos poco a poco y se
llevó la mano hacia ellos para protegerse de la claridad del ambiente. Se
reincorporó hasta quedar sentado y se percató de que se encontraba en el sofá
del recibo de su casa. No sabía qué hora era y no había sonado el despertador
ni tampoco su celular como siempre lo hacían.
Se estiró con parsimonia y se levantó. Se sentía tranquilo y
descansado; sentía haber dormido por una semana. Se acercó al calendario y miró
la fecha sorprendido… ¿Tres
días? ¡¿Había estado durmiendo por tres días?!
Fue y tomó una ducha para despejarse, luego bajó a la cocina
y notó que estaba solo en casa y no había desayuno preparado, pero esta vez no
comió cereal Sr. Cronchi con leche, de hecho no desayunó nada, no sentía
necesidad de hacerlo.
Eran las nueve de la mañana cuando salió, rumbo al parque. A
pesar del radiante sol, Chano caminada sin prisa, con calma, disfrutando del
paisaje y permitiendo que los tibios brazos del astro rey lo abrazaran y le
aplicaran una buena dosis de rayos UV, a pesar de que ni se había preocupado de
ponerse el protector.
Cuando llegó por fin al parque, reparó en unos niños que jugaban
en el tobogán, así que se dirigió hacia los columpios y se sentó en uno vacío.
El canto de los pájaros mezclado con el rumor del viento y los sonidos del
tráfico, creaban una eufonía que Chano disfrutaba, aparte de que sentía una
tranquilidad mental que no había experimentado en varios días. Mientras estaba
ahí sentado recreándose del ambiente, divisó a Dayana a lo lejos, siempre
atractiva y bastante bonita, quien caminada por la vía principal que bordeaba
el parque, pero que por lo visto se dirigía a otro lado llevando algo entre sus
manos.
El chico se levantó del columpio y fue tras ella sin
anunciarle su presencia mientras, a distancia, la observaba caminar. Anduvieron
por un rato, luego Dayana tomó por una carretera doble vía más estrecha y
cuyo recorrido fue de unos 10 minutos, hasta llegar a un amplio campo en el
cual entró.
La seguía desde lejos y se encaminó por la misma
serpenteante vereda, la chica después de caminar otros cuantos metros por
fin se detuvo y se sentó en el piso. Él se acercó poco a poco hasta
llegar a colocarse detrás de ella. Entonces pudo distinguir con claridad lo que
Dayana llevaba en sus manos: era un ramo de flores y lo había colocado con
mucho cuidado encima de una lápida incrustada en la grama… una lápida dedicada
a su memoria.
Dayana se quedó sentada en silencio por largo rato, mirando
la póstuma inscripción con expresión afligida y triste. Trató de controlarse,
pero llegó un momento en que sus lágrimas encontraron vía libre y pudieron
correr, espontáneas y sentidas, por sus
mejillas.
—Chanorug… Chano, yo… yo quería ir contigo al concierto… la
razón por la que quería hacerlo era porque… tú siempre eras tan lento, tan
despistado, por eso… por eso había decidido confesarte mi… amor durante el
concierto… ¡pero no pensé que harías aquello en el parque!, no pensé que
intentarías besarme de esa manera… ¡tonto, me tomaste por sorpresa! y… y luego
no pude evitar salir corriendo como una niña —sus lágrimas se fueron
tornando más abundantes, desoladas y copiosas —es que no supe qué hacer… no… no
eran esos mis planes… se supone que sería yo quien iba a besarte durante el
concierto… y entonces tú… entonces tú… me salvaste… lo siento, Chano… tú… tú me
salvaste, Chano… por mi culpa… tú… no pensé que… amor, ¡lo siento tanto…!
La voz de Dayana se quebró sin ella poder evitarlo y el
llanto tomó el lugar de las palabras que necesitaba dejar salir. Estaba sola,
así que lloró amarga y desconsoladamente para poder desahogar su pena. Una
suave y cálida brisa empezó a danzar a su alrededor, envolviéndola y
acariciándola de forma sutil, vivificante, al tiempo que la hacía evocar aquellos
momentos donde ambos reían juntos, como si en aquel inasible murmullo pudiera
escuchar la voz de él animándola… ¿sería
Chano? Pareciese que él estuviera
tomándola por los hombros para consolarla, diciéndole que no tenía que cargar
más con aquella culpa que la angustiaba, o al menos así lo experimentó. No supo
porque razón, pero con aquello, se sintió en verdad confortada y más tranquila.
A veces a su mente venían las horribles imágenes del
accidente, las cuales ella se esforzaba en no recordar, pero hubo una en
particular que había obviado y en la que por fin reparó en ese momento estando
a solas; la brevísima y fugaz imagen en la cual él, con dulzura, la miraba
sonriéndole con sosiego, segundos antes de recibir el fuerte impacto que lo
lanzara contra el pavimento.
Dayana se levantó del verde suelo y enjugó sus lágrimas.
Chano, que hasta ese momento la había estado abrazando desde atrás, la soltó
mientras la miraba arreglar su maquillaje. «Ese… ese carácter Tsundere, es
lo que le da su toque fascinante», sentenció sonriendo, mientras la miraba
marcharse de su tumba. Después de caminar unos pasos, ella volteó una vez más,
con su encanto cautivador y se despidió:
—¡Adiós Chano, vendré otro día a visitarte…!
Él también se despidió de ella agitando
su mano aunque no pudiera verlo y se quedó de pie, mirando cómo se alejaba
mientras la brisa ondeaba las hojas de los árboles cercanos. Una sensación
gratificante lo invadió y una paz conmovió su alma; por fin había salvado a
Dayana y había logrado romper con la extraña secuencia de eventos que lo
mantuvieron en aquel bucle funesto.
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