El hombre asume una postura decidida
frente a la puerta y toca tres veces, con golpes fuertes y seguros, creando un
eco grave y retumbante que resonó hasta consumirse tras la robusta madera.
Detrás, al poco rato, se escucharon unas pisadas cansadas, indicando que
alguien de paso acompasado se acercaba. De inmediato se abrió una ventanilla
dejando escapar un quejido metálico y unos ojos inquisidores, profundos y
penetrantes se clavaron sobre el visitante que, en un gesto involuntario, dio
un paso hacia atrás.
—¿Quién eres? —pregunta el guardián
con voz de trueno.
—Un simple mortal, nada más —responde
el visitante con voz resuelta y la mirada baja.
—¿Qué buscas? —inquiere el guardián
de nuevo.
—¡La verdad y la iluminación! —contesta
el visitante tajante, elevando la mirada hacia el guardián.
—¿Estas realmente dispuesto a
enfrentar duras pruebas y a trabajar en conseguir lo que buscas? —indaga el
guardián en un gesto como quien busca un atisbo de mentira.
—¡Lo estoy! —declara el visitante
poniéndose firme en el acto.
—Mmm…—. El guardián lo mira de arriba
abajo, para luego inferir con voz cansina—. Deseas ser admitido en el templo,
¿cierto?
—Sí, en efecto, lo deseo con toda el
alma. Me he dado cuenta de lo equivocado que estoy en la vida, siempre equivocándome de puerta, tomando la decisión
equivocada, y me cansé de eso. Deseo cambiar y encontrarme a mí mismo… ¡deseo
la iluminación…! ¡Y estoy completamente seguro de que este es el lugar idóneo
para mí!
El guardián lo miró de manera comprensiva y levantó las espesas cejas en un
gesto de paciencia.
Ritual de... ¿iniciación? - CC by-nc-nd 4.0 - A. Gaudionlux
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